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lunes, 28 de junio de 2010

Un utilero que brilla con luz propia

Crónica


Son las 6:30 de la mañana y José Alirio Ramírez se dispone a trabajar en lo que desde hace 14 años se ha convertido en su vida. Mientras los jugadores del equipo profesional Millonarios van llegando al entrenamiento, Alirio, como todos lo llaman, prepara la cancha.

Es un día lluvioso, pero eso no es impedimento para que el equipo practique y Alirio cumpla sus labores. En la cancha está pendiente de todo: balones, conos, el agua de los jugadores, en fin. En el lugar del juego él es un jugador más. Se pierde entre todo el equipo. Si todos corren hacia un lado o de una cancha a otra, ahí va Alirio también, detrás de ellos, como uno más. Fácilmente podría parecer el técnico o por qué no, el arquero, el médico, el gerente, entre un número casi interminable de adjetivos.


Alirio, tiene 4 hijos: dos hombres y dos mujeres. En su casa solo se respira futbol. Desde su esposa hasta el menor de sus hijos son hinchas empedernidos del ‘azul azul’. “Yo creo que eso se lleva en la sangre. La primera vez que entré al estadio fue a las 12 años a ver un partido de Millonarios. Mi gran anhelo era estar ahí. Yo sabía en el fondo que algún día cumpliría mi sueño”. Lo que parecía un sueño se convirtió en su día a día, su sustento, su alegría y muchas veces su tristeza. “Somos como una familia, lo que le pasa a uno es como si le pasara a todos. Lo más duro de este trabajo es salir cabizbajos de las derrotas”.


Alirio, desde muy joven, empezó a trabajar. Primero se desempeñó por muchos años como almacenista. En ese lugar, conoció a personas maravillosas, amigos que aún conserva, pero siempre sentía que algo faltaba en su vida. Durante su período de almacenista, se casó y se convirtió en padre, razón que lo obligó a cambiar de trabajo.

Luego de una larga búsqueda, fue contratan por Cervecería Águila en Tocancipá. En este lugar laboró dos años, hasta que un amigo le comentó que estaban buscando utileros en Millonarios. Él sentía que era la oportunidad perfecta, trabajar en lo que realmente le gusta y apasiona.


“Todavía recuerdo como si fuera ayer el primer día que llegué al club. Era una mezcla de sensaciones. Por un lado, la incertidumbre, pero por el otro, la gran emoción de llegar a un lugar donde siempre se respira futbol, en el lugar que quiero y con el equipo que siempre soñé”. En esa mañana de Abril, Alirio se levantó muy temprano a su nuevo lugar de trabajo. Era el primer día del resto de sus días. Como un niño con su juguete nuevo, se sentía realmente feliz “con decirle que llegué primero que todos”, lo dice con tono jocoso mientras continúa narrando “recuerdo que ese día todos me trataron con mucho cariño. Al comienzo fue duro acostumbrarme al ritmo de trabajo y a toda esa responsabilidad que significaba ser el utilero de un equipo grande”


Mientras que el tiempo pasaba, Alirio se iba encariñando con todos los que hacen posible “Millonarios”, pero asegura que es muy triste ver cómo unos entran y salen constantemente del equipo: “siempre, cuando alguien sale del equipo, se siente el vacío. Yo por mi parte, recuerdo mucho al arquero uruguayo Héctor Burguez. Nos hicimos tan amigos que él siempre se preocupaba por mi familia y estaba pendiente de mis problemas; él es una de las personas que han pasado por aquí que difícilmente olvidaré”. Pero la lista es larga, entre jugadores, técnicos y personal logístico que ya no están, pero que fueron sus compañeros de vivencias y experiencias en el equipo: “son personas que le llegan a uno, son atentos y carismáticos”.


La mayor parte del tiempo Alirio la pasa con el equipo, no solo en los entrenamientos sino también en el estadio bogotano y en el de muchísimas partes de Colombia. “Gracias a Millos, conozco casi todas las ciudades, he conocido lugares en todas partes, he comido los platos típicos de muchas de las regiones del país y he compartido con todos los utileros de Colombia que también son mis amigos”. Millonarios le ha abierto las puertas para hacer lo que siempre quiso, pero asegura que lo más difícil de este trabajo es precisamente el no tener tiempo disponible para su familia. “hay días que llego a la casa y mis hijos ya están dormidos. Muchos de los festivos me los pierdo y ni hablar de los cumpleaños y fechas especiales”.


Convive todo el día con el equipo y pasa el mayor tiempo con ellos, más que con su propia familia: “ya en mi casa están acostumbrados al ritmo de vida que llevo, pues a las 6:00 de la mañana estoy en el club hasta las 8:00 de la noche cuando regreso a mi hogar. Ellos se sienten orgullosos de mi y les gusta mi labor”. Y aunque parece una exageración el horario de trabajo, los resultados de tanto esfuerzo se ven reflejados en el trato del equipo. Osvaldo José Henríquez, jugador del equipo profesional asegura: “el viejo Alirio es un bacán, siempre tiene una sonrisa para con nosotros y ni hablar de su trabajo, todo siempre está perfectamente organizado, limpio y a tiempo”


Ya son casi las 12 del medio día y el entrenamiento culmina. Entre tanto, los jugadores se saludan unos, se quitan la camisa, toman agua, aprovechan para cantarle el cumpleaños a uno de ellos. Alirio se queda en la cancha recogiendo los balones: los mete en una bolsa plástica y se los echa al hombro, camina lento detrás de ellos, son aproximadamente 60, entre el grupo profesional y los inferiores. Unos aprovechan para molestarlo, hacerle cosquillas, quitarle la gorra, en fin; como en una clase de colegio, Alirio es uno más de los estudiantes.


Cuando llegan al vestier, se quitan los guayos, las pantalonetas, las camisas, las zapatillas, las vendas, todo encima de todo, luego se dan una ducha, se cambian y se van para su casa. Mientras eso sucede, Alirio tiene que separar toda la ropa sucia de la limpia, mandarlas a lavar y luego de arreglar el desorden que hay en dos de los cuartos del club de Millonarios, dejar todo listo para el día siguiente. “los jugadores tienen un número y un casillero establecido. Mi labor es que en ese lugar ellos encuentren sus respectivos uniformes, guayos y demás accesorios, para el entrenamiento del día de mañana o, en su defecto para el partido”. Cuando termina de organizar las prendas, su próxima labor es guardar los balones en donde corresponde, los conos, cerrar el gimnasio, el consultorio médico y asegurarse de que cada cosa está en su lugar.


Alirio dice que aunque hace lo que más le gusta, hay algo que aún no ha podido cumplir: “mi mayor anhelo es ser campeón con Millos, nunca he podido serlo”. También tiene las esperanzas puestas en que este año suceda ello. “cada año el sueño se repite, la ilusión nunca se acaba”. El día que Millonarios sea campeón sin duda, no solo será un triunfo para el equipo y los hinchas, también lo será para Alirio, una persona que tal vez nadie ve, pero es pieza fundamental del equipo, un equipo que le ha dado mucho y que él le ha dado todo: su tiempo, su amor, su dedicación, su esfuerzo.


Aunque poco o nada se sabe de todo el grupo humano que está detrás de un equipo profesional, es impresionante cómo cada uno de ellos cumple una labor especial. Son tan importantes como cualquier otro jugador, que sería imposible continuar sin alguno de ellos. Alirio, más que el utilero es el amigo, el padre, el consejero, el que le levanta el ánimo a los muchachos frente a las derrotas. Tal vez Millonarios le ha dado mucho, pero lo que él realmente no sabe, es que él ha dado mucho más de lo que pueden darle.


Y ahí va Alirio, un hombre de 50 años, de estatura baja, de piel morena, otra vez detrás de los jugadores, es un nuevo día para él, en medio de las cámaras y grabadoras que entrevistan a las estrellas del futbol, nadie lo mira, ni lo graban, ni los periodistas le hablan. Pero esperen un momento… él no lo necesita, él brilla con luz propia.

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